La correa de distribución es una pieza crítica, aunque invisible a simple vista. Su función es sincronizar el movimiento del cigüeñal y del árbol de levas, asegurando que las válvulas y los pistones trabajen en perfecta coordinación. Si se rompe, el daño al motor puede ser irreparable.
Por eso, sustituirla a tiempo es una de las tareas más importantes del mantenimiento preventivo. Los fabricantes recomiendan cambiarla entre 60.000 y 120.000 kilómetros, dependiendo del modelo y del tipo de motor.




